jueves, 30 de octubre de 2008

2001: A Space Odyssey




En este 2008 se cumplieron 40 años de haberse estrenado una de las 0diseas más memorables del arte cinematográfico y me refiero a uno de los filmes referentes de la ciencia ficción: 2001: A Space Odyssey, el viaje músico-visual dirigido por Kubrick.

Probablemente para muchos espectadores puede resultar confusa, especialmente si se ve por primera vez, sin embargo, esa es una de sus cualidades, la libre interpretación, el ejercicio mental que implica hace (en mi caso) volver a verla y asombrarse una y otra vez. Como dijera el mismo director, el argumento del film es un campo libre para la especulación.

Así, pasamos de la primera parte titulada "El amanecer del hombre" en la que se muestra la vida hace 4 millones de años, siendo protagonistas un grupo de primates quienes se sorprenden ante la presencia de un extraño monolito y a partir de entonces su comportamiento cambia, como si empezaran a razonar y comprender (sobre todo el significado de "dominio") para dar un salto en la escala evolutiva y ubicarnos en la era espacial, donde el descubrimiento de un monolito negro provoca conmoción dentro del grupo de investigadores, puesto que es prueba fehaciente de la existencia de otra civilización.

En el acto "Misión a Júpiter", observamos el viaje a dicho planeta, expedición llevada a cabo por dos astronautas despiertos y 3 en hibernación. Aquí se destaca la relación hombre-máquina, puesto que los astronautas (a quienes no les informaron el verdadera objetivo de la misión) son puestos a prueba por un potente ordenador llamado HAL 9000, en una lucha en la que la máquina se enorgullese de su perfeccionismo, y aunque logra asesinar a 4 de los astronautas al final logra ser desconectado y sucumbe ante su creador (el hombre).

El último acto "Júpiter y más allá del infinito" tal vez es el más confuso, ya que no hay dialogo, el único personaje es el astronauta viviente y su recorrido después de lo acontecido con HAL. Después de un viaje cósmico-alucinante, llega a una habitación sin comprender tiempo y espacio en dónde se muestran secuelas de un protagonista cada vez más viejo, hasta el momento de su muerte, con la presencia del monolito frente a sus ojos. De repente podemos ver como vuelve a la vida, en forma de feto, mirándonos y viajando a través del espacio.

Una película sorprendente de principio a fin, que sentó las bases para el género de ciencia-ficción y que catapultó a Kubrick a la mitología cinematográfica (si bien con sus filmes anteriores ya tenía asegurado su lugar como uno de los grandes). En lo que no podemos especular es en la soberbia dirección de Stanley Kubrick; los efectos especiales desde luego son maravillosos (Oscar incluido), pero todo se conjuga: la perfección en el movimiento de la cámara, las imágenes y la música (inolvidable Also Sprach Zarathustra de Richard Strauss y The Blue Danube de Johann Strauss hijo). Para ejemplo la secuencia del lanzamiento del hueso al aire por parte del primate y de inmediato la toma de la nave espacial, dando un salto temporal de millones de años, nunca antes visto. Eso es cine. Stanley Kubrick era un genio.









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